Soy una persona bastante caprichosa, lo reconozco y no me gusta.
Mi cabeza maquina tan rápido y tantas cosas que se me bloquea la opción recodar información y encima la que llega a procesarse son estupideces.
Me considero una ente con pocas probabilidades de concretar metas y de cumplir con las proyecciones de los demás.
Si bien no sé qué punto de mí caga esas proyecciones, la consecuencia es la soledad y el decir que no necesito la aprobación del otro.
Las personas se sienten atraídos por mi personalidad y lo digo más allá de la imagen que ofrezco y sucede que se acerca, se enloquece conmigo y a los días soy una enfermedad.
La causa es, que quiero solucionar la vida de los otros, creyendo que tengo la receta de cómo ser felizmente perfecto (sabiendo que esta perfección no existe) y además de creer tengo métodos no convencionales a la hora de aplicar mis pensamientos, y adicionalmente se suma la idea de lograr que esa persona cambie o que por lo menos que tenga la visión que yo tengo.
Por favor, que falta de ideas.
Amén de todo esto, la visión o la proyección que yo tengo en el otro es que esté bien y alegre. ¿Pero acaso, quién soy yo para saber qué quiere el otro?
La proyección, es decir, el mecanismo por el cual cuando algo nos enoja es porque vemos representados en otros ciertos rasgos de nuestra propia personalidad que no podemos aceptar en nosotros (¡que ni siquiera podemos ver!)
La educación que recibimos y prácticamente toda la información que nos llega cada día parecen negar el mecanismo de la proyección, proponiéndonos que la realidad “externa” no está conectada con nuestro interior, sino que es un escenario rígido, sobre el que tenemos muy poco control y al que tenemos que tratar de ajustarnos.
Soy un desastre, y acabo de darme cuenta que soy ególatra .
Cuando se produce el cambio, nos debemos esforzar en interpretarlo como una parte natural de la vida y en “fluir con él”.
Tal vez el mayor desafío en esta vida sea el de descubrir la manera de desprendernos de este modelo que hemos heredado (que recibimos antes de tener la capacidad de analizarlo y rechazarlo), y de empezar a crearnos, conscientemente, intencionalmente, un mundo mejor.
Gracias a Santiago, hoy comienza una nueva vida. Así dicen, rumbos nuevos, gente nueva, vida nueva.
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